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Motociclistas que soñaron con volar, conoce los Scooters que rompieron los límites

Motociclistas que soñaron con volar, conoce los Scooters que rompieron los límites

En la Italia de la posguerra, las calles vibraban con la competencia entre dos nombres legendarios: Lambretta y Vespa. Más que una lucha por el mercado, era una batalla por el prestigio técnico y la velocidad. Ninguna de las dos marcas era sinónimo de potencia extrema, pero ambas estaban decididas a demostrar que los scooters podían ir mucho más allá de la movilidad cotidiana.

Todo comenzó en 1949, cuando la firma Innocenti —fabricante de Lambretta— decidió poner a prueba los límites de su modelo A de 125 cc. Bajo la dirección del ingeniero Pierluigi Torre, la moto fue modificada con mejoras en refrigeración, compresión y un depósito optimizado. El resultado superó todas las expectativas: en la autopista Roma–Ostia, el scooter estableció 13 récords mundiales en las categorías de 125 y 175 cc, alcanzando velocidades promedio de casi 95 km/h. Un mes después, en el circuito francés de Montlhéry, repitieron la hazaña con 33 nuevos récords y promedios que superaban los 100 km/h.

Estos logros desataron la reacción inmediata de Piaggio. En Pontedera, el equipo de Vespa no podía quedarse atrás. Así comenzó una auténtica guerra de récords: durante dos años, ambas marcas transformaron sus talleres en laboratorios de ingeniería extrema, alternando victorias y derrotas en los mismos circuitos donde se forjaban las leyendas. En 1950, Lambretta alcanzó los 142 km/h; al año siguiente, Piaggio respondió con una Vespa especialmente diseñada que logró superar los 170 km/h. Más que una competencia deportiva, se trataba de conquistar el corazón del público y demostrar quién dominaba la velocidad sobre dos ruedas.

Fue entonces cuando Innocenti decidió llevar la rivalidad a otro nivel con la creación del “torpedo”, un scooter con carrocería cerrada y aerodinámica afilada, chasis multitubular y motor sobrealimentado por un compresor de origen aeronáutico. El piloto Romolo Ferri fue el encargado de ponerlo a prueba en la “fettuccia di Terracina”. El 14 de abril de 1951, la máquina alcanzó 189,9 km/h en el kilómetro lanzado y 187,5 km/h en la milla. Poco después, en Alemania, el mismo vehículo logró romper la barrera de los 200 km/h, impulsado por una mezcla de gasolina, alcohol y éter que convertía su pequeño motor monocilíndrico en una bala plateada.

El ingeniero Torre, inconforme con detenerse ahí, ajustó nuevamente el compresor, aumentando la presión a 1,5 bares. Según los registros oficiales, el torpedo llegó a los 201 km/h, aunque algunas mediciones extraoficiales hablaban de picos de hasta 320 km/h, una cifra que, real o no, consolidó su leyenda.

Durante décadas, el destino del mítico torpedo fue un misterio. Hasta que el coleccionista Vittorio Tessera lo localizó en una subasta en París, junto al certificado que acreditaba los 200 km/h. Sin embargo, al examinarlo descubrió que no se trataba exactamente del mismo vehículo del récord, sino de una tercera versión que probablemente nunca llegó a rodar, pero que fue exhibida durante años en la fábrica como emblema del triunfo.

Con el tiempo, tanto Lambretta como Vespa comprendieron que los consumidores buscaban fiabilidad más que velocidad. La era de los scooters experimentales llegó a su fin, dando paso a la producción masiva y al diseño práctico que los hizo populares en todo el mundo.

Hoy, el legendario torpedo de Lambretta descansa en el Museo de Scooters de Vittorio Tessera, recordando aquella época en la que dos fabricantes italianos soñaron con conquistar el aire… desde el asfalto.

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