Rodar en invierno tiene un encanto especial, el aire frío en la cara, la neblina que se abre paso entre los pinos y la sensación del espíritu navideño.

El punto de partida es Atlacomulco, en el Estado de México, donde comienza un recorrido de aproximadamente 94 kilómetros que combina carretera abierta, caminos boscosos y tramos para disfrutar plenamente de la motocicleta. Desde la salida, la carretera estatal conduce de manera fluida hacia El Oro, un primer tramo de 22 kilómetros que permite tomar ritmo entre rectas y un clima que desde temprano deja sentir el invierno. Al llegar, el Pueblo Mágico recibe con su arquitectura minera y una atmósfera tranquila, ideal para una breve pausa antes de continuar.

Al retomar la ruta rumbo a la Presa Brockman, el paisaje cambia por completo. El camino se adentra en un bosque denso donde las curvas y los ascensos acompañan el avanzar de la moto. En diciembre, la neblina suele descender hasta tocar el suelo, creando uno de los tramos visualmente más atractivos del recorrido. La presa aparece entre árboles altos y se convierte en un punto perfecto para tomar fotografías y respirar el aire helado de montaña.

La ruta sigue hacia el Bosque de Los Espinos, conectado por un tramo corto de pavimento rústico que pasea entre árboles y pequeñas pendientes. Este punto es ideal para estirar las piernas y revisar rápidamente la moto antes de continuar hacia el límite entre el Estado de México y Michoacán. Una vez que se cruza la línea estatal, la carretera comienza a descender suavemente, abriendo el paisaje hacia las montañas michoacanas y anunciando la transición hacia el tramo más técnico del viaje.

Los últimos doce kilómetros antes de llegar a Tlalpujahua forman uno de los segmentos más placenteros para los motociclistas, curvas más marcadas, bajadas pronunciadas y un bosque que envuelve todo el camino. Es en esta parte donde se siente la verdadera esencia de la ruta invernal. Al acercarse al pueblo, los talleres de esferas, las fachadas coloridas y el aroma a pino comienzan a dar la bienvenida a este destino tan especial en diciembre.

Ya dentro de Tlalpujahua, el primer punto a visitar es el Santuario del Carmen, una construcción emblemática rodeada de calles empedradas y angostas que requieren buena técnica motociclista, especialmente por la humedad matutina. A unos metros se encuentra la zona artesanal donde se elaboran las famosas esferas navideñas. Muchas de estas fábricas son talleres familiares que permiten ver de cerca el proceso, desde el soplado del vidrio hasta la decoración a mano, una tradición que ha colocado al pueblo como referencia nacional en la temporada decembrina.

El recorrido continúa hacia el centro histórico, donde la arquitectura colonial, los puestos navideños y las luces decorativas crean una atmósfera cálida a pesar del frío. Desde ahí, basta avanzar pocos minutos para llegar a la Ex Mina Dos Estrellas, uno de los sitios históricos más importantes de la región. El camino hacia la mina es divertido para los motociclistas debido a sus pendientes. La visita permite conocer parte del pasado minero de la zona y ofrece vistas amplias hacia las montañas.

Para cerrar con broche de oro, el recorrido asciende hacia el Mirador del Cristo Rey, ubicado en la parte alta del pueblo. El camino, totalmente pavimentado pero con curvas cerradas, exige concentración y técnica. Una vez en el mirador, la vista panorámica recompensa todo el esfuerzo: Tlalpujahua aparece abajo como un mosaico de luces, colores y tejados rojos, un escenario perfecto para disfrutar una última foto antes de emprender el regreso.